En “El Paraguas” trabajan profesionales titulados como
monitores deportivos, y muchos de ellos cuentan con otras titulaciones y
profesiones dentro del campo social. Encontramos a Educadores y Trabajadores
Sociales, Psicólogos y Maestros cuyas funciones van más allá que las puramente
deportivas. Manuel es rotundo cuando afirma que “por supuesto que el trabajo educativo es posible. De hecho, no solo es
posible, es real”. Él, Educador Social, asegura que la educación en valores
es constante en sus entrenamientos. Concretamente, asegura que todo su equipo
está especialmente sensibilizado en los derechos del colectivo LGTB porque él
trabaja por las mañanas en una Fundación donde luchan por la igualdad social y
la diversidad sexual, y esta educación la transmite a sus alumnas en el Centro
Deportivo. También me asegura que trabajan varios Técnicos de Juventud, cuyas
funciones y competencias se basan en la dinamización de jóvenes, desarrollar
oportunidades de aprendizaje, acompañamiento en aprendizaje intercultural,
contribuir al desarrollo y organización de políticas de juventud y emplear
prácticas evaluativas.
A Manuel “se le llena la boca” cuando habla de su grupo
de chicos/as. No puede estar más contento con ellos ni más orgulloso cuando los
define “como unos chicos y chicas
buenísimos. Son buenísimas personas”, a pesar de algunos conflictos que han
hecho modificar su trabajo paralizando un entrenamiento y sustituyéndolo por
una terapia de grupo en medio de la pista de patinaje. “En una ocasión -me cuenta-
hubo una pelea entre dos amigas. Algo de un chico… Pensé que lo mejor era dejar
de entrenar y hacer terapia: nos sentamos todos en el suelo y hablamos del
problema que les afectaba a ellas y que le afectaba el resto del equipo. Hasta
que no se solucionó, no dejamos de hablar”. En este momento es oportuno
citar a Camallonga, S. (2014:21) cuando asegura que “no resulta extraño entonces que a menudo se convoque a la práctica
socioeducativa como pacificadora de conflictos en las calles de los barrios. Se
cuenta con ella para desproblematizar lo urbano”.
Manuel no tiene limitaciones ni dificultades en su
trabajo para poder modificar lo puramente
deportivo en una acción educativa necesaria que tiene como objetivo “ayudar a los jóvenes en sus respectivos procesos de socialización, emancipación, etc...” (Rosa, A. 2012:68) y asume el reto complejo que tiene con sus alumnos y alumnas: acompañarlos en este momento sin provocar rechazo, sutilmente y sin imponer sus ideales. Haciendo seguimiento individual y particularizado en función de sus características personales. Debe, como asegura Lacadée (2010) “dejarse incomodar”[1], y le equipamiento público en el que nos encontramos se presenta como un lugar excepcional en el que ejercer la función educativa facilitando el intercambio, el aprendizaje sociocultural y promoviendo la cohesión social de sus usuarios/as.
deportivo en una acción educativa necesaria que tiene como objetivo “ayudar a los jóvenes en sus respectivos procesos de socialización, emancipación, etc...” (Rosa, A. 2012:68) y asume el reto complejo que tiene con sus alumnos y alumnas: acompañarlos en este momento sin provocar rechazo, sutilmente y sin imponer sus ideales. Haciendo seguimiento individual y particularizado en función de sus características personales. Debe, como asegura Lacadée (2010) “dejarse incomodar”[1], y le equipamiento público en el que nos encontramos se presenta como un lugar excepcional en el que ejercer la función educativa facilitando el intercambio, el aprendizaje sociocultural y promoviendo la cohesión social de sus usuarios/as.